Los medios de comunicación nos controlan, diregen y condicionan. Ellos tienen el poder: la información de lo que sucede en cualquier parte del mundo. Gozan de inmediatez, excluvidad y rapidez.
Minutos después del fatídico terremoto de Chile del 27 de febrero, se colapsaron todas las comunicaciones del país, las líneas telefónicas e Internet y se dieron innumerables cortes de electricidad. Todo el mundo deseaba obtener la máxima información pero nadie podía acceder a ella.
Ante esta situación, la radio emergió como el único medio accesible. La única emisora que comenzó a dar información valiosa a los oyentes fue la radio Bío- Bío, una filial de Valparaíso. Gracias a su profesionalidad logró tranquilizar a la población descartando un posible tsunami.
Horas más tarde, una vez que la luz habí llegado a los lugares afectados, la televisión desplazó a la radio. Desde ese momento, se convirtió en el canal oficial de información para los ciudadanos. Las imágenes de lo acontecido comenzaron a dar la vuelta al mundo. Todos queríamos ver las primeras imágenes, comprobar con nuestros propios ojos las consecuencias del terremoto. Y es que, ¿son los medios sensacionalistas? Sí, es evidente que lo son, pero porque nosotros estamos deseosos de consumirlo.
Hay que conceder una especial menció al buscador Google y a las redes sociales como Twiter o Facebook que se convirtieron rápidamente en una especie de centro de información no oficial. Se crearon numerosas cuentas para dar información y encontrar a gente desaparecida.
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